Encuentro de Reconciliación con la Historia

Posted by Piezas de Poder on 18:34

*Desde el inicio, florecieron reflexiones llenas de sentimientos

*Se revivió una de las etapas más difíciles de los movimientos estudiantiles, durante la Dictadura de Los Somoza.

Byron Saavedra

El doctor Julio Francisco Báez camina presuroso cubriéndose el cuerpo con una sombrilla oscura que lo protege de la lluvia que empezó hace unos 15 minutos. Va sorteando pequeños charcos improvisados que se forman en los pasillos de la Universidad Centroamericana, que lo conducen hasta el Auditorio Xabier Gorostiaga. Prensado entre la axila derecha lleva un folder de capa gruesa que adentro tiene varias hojas blancas.

-“Son reflexiones, son recuerdos”, me dice mientras echa un vistazo a su reloj de pulsera.

Llega al salón antes de que empiece el Encuentro de Reconciliación con la Historia del que es uno de los muchos invitados especiales. Un runrún incesante se pasea en el aire, es un sonido semejante al que provoca un enjambre de abejas en vuelo. Báez, reparte besos y más besos a varias señoronas bien pintarrajeadas hacinadas en pequeños círculos de reunión, y de dar apretones de manos a hombres que lucen impecables. Todos, a excepción mía y del personal de los medios de comunicación que cubrimos la actividad, visten trajes formales.

Muchas sillas vestidas con trajes blancos y lazos azules esperan recibir el peso de los visitantes, que se mueven acéfalamente saludando a cuanto conocido se encuentren. Todo está preparado. En el lugar se respira el olor del agua caliente de las cafeteras, mezclado con el olor de perfumes caros y el de los bocadillos que posan sobre unas mesas cobijadas con manta, en reverencia para ser devorados.

La espera llega a su final. Báez toma su asiento. El acto empieza a las 6:10 minutos de la tarde. Las miradas de los miembros de la dirección superior de la UCA, de los ex alumnos, docentes y personal administrativo de la generación 1966-1971, que son el público presente, se mantienen volcadas hacia el estrado por casi una hora. Todos permanecen hipnotizados, somnolientos.

“Debemos dar gracias a Dios porque luego de tantos años nos encontramos nuevamente reunidos aquí en la UCA, con personas a las que una vez les cerramos las puertas de esta universidad. Concédenos tu espíritu misericordioso para que desaparezca entre nosotros todo obstáculo en el camino de la reconciliación”, reza en el púlpito el padre Silvio Avilés, vicerrector de la UCA. Es el primero en hablar.

La intervención del padre parece una misa llena de arrepentimientos, semejante a la que ofreció hace poco tiempo la iglesia católica para pedir perdón por los actos de pederastia que cometieron los religiosos de su congregación. Aquí no se pide perdón por eso, sino por la expulsión que la UCA hizo durante la década de los años 60 a más de cincuenta estudiantes que conformaron un movimiento estudiantil (apoyado por algunos docentes y personal administrativo) inconforme de las estructuras sociopolíticas y económicas existentes durante la dictadura de Los Somoza. De pronto, los sentimientos empiezan ver florecer, a algunos los ojos le brillan excesivamente, como si estuvieran llorando.

Báez fue uno de los alumnos que formó parte esa agrupación que en 1963 se manifestaron por primera vez para rechazar los deseos de las autoridades de la UNAN, quienes querían obligarles a realizar sus exámenes de graduación en esa casa de estudios. La manifestación estudiantil resultó exitosa porque el rector de la misma, Mariano Fiallos Gil, desistió de este propósito.

Las pretensiones de los fundadores de la UCA era convertirla en un centro de estudios dedicado únicamente a las tareas académicas, olvidando que los jóvenes son rebeldes por antonomasia.

La segunda expresión de rebeldía tuvo un matiz político. Según un artículo de opinión escrito por el experto en temas de la comunicación, Guillermo Rothschuh Villanueva, “los estudiantes que estaban congregados bajo el liderazgo de Róger Vélez, estudiante de ingeniería electromecánica, presidente del Centro Estudiantil Universitario (CEUUCA), y una cincuentena más, se reunieron para demandar la entrega de los guerrilleros muertos en Bocay y Raití. Sin vínculos orgánicos con la guerrilla sandinista, los universitarios se solidarizaron con la lucha emprendida por los revolucionarios. Una de las características del núcleo fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fue su origen estudiantil. Los caídos en combate en Bocay y Raití provenían de las aulas universitarias. Las autoridades de la UCA desestimaron esta iniciativa, bajo el argumento que la palabra huelga no existía en su léxico. En términos históricos esta protesta se convirtió en el primer asomo del descontento universitario”.

Todos aplauden con júbilo. Mayra Luz Pérez, rectora de la UCA, toma el micrófono y empieza a lanzar sus reflexiones cargadas de sentimientos. “Los jóvenes tenían sus sueños, tenían un amor hacia el país y hacia la misma institución que a partir de principios y valores, forjó en ellos una conciencia impregnada de libertad. Es tiempo de pedirles perdón, bajo la luz interior del convencimiento de que la mejor consecuencia de esto, será el compromiso renovado ante todos ustedes con el futuro de Nicaragua”.

Báez escucha atento sosteniéndose el mentón con la mano izquierda, a como Rubén Darío aparece dibujado en los billetes de 100 córdobas. Sus ojos dicen mucho, su expresión facial es incomprensible, tiene un balance entre enojado y alegre. Por un instante no logro divisar el folder que traía en la axila antes de que empezara el evento.

El silencio es el gobernante del lugar, donde solamente se escucha la voz escueta y casi apagada de la mujer que da las órdenes dentro de la universidad.

“Eran tiempos difíciles, llenos de mucha tensión política, marcados por una búsqueda de libertad”, continua. “Los jóvenes querían ser libres, seguían el ejemplo de la revolución de Cubana de 1959”.

Yo me lo imaginaba, de pronto una voz de que venía de los parlantes que estaban colgados en el salón, presentó y dio la palabra a Báez. Se puso de pie, esbozo una sonrisa y caminó con el folder en la mano hacia el estrado frívolo. “Inicio estas reflexiones impregnadas de sentimientos, respeto y conmoción, proponiéndoles como acuerdo unánime, el rescate de dos palabras capitales que hoy nos han convocado: historia y reconciliación”, dice con su voz fuerte y convincente a los señores que permanecen quietos en sus asientos.

“Estoy convencido de que la historia no es perfecta, de que nosotros los nicaragüenses tenemos la capacidad de reevaluar el compromiso de construir un país mejor”, agrega.

Mientras Báez continúa con su intervención, la encargada de las relaciones públicas de la universidad y su séquito, se desplazan detrás de los invitados finiquitando los detalles para que los meseros, que son trabajadores de limpieza que aguardan muy bien vestidos, atiendan correctamente a ellos al final de la ceremonia.

“El movimiento estudiantil, demandaba compromisos para el bien social de la patria”, dice mientras alza fugazmente su mano derecha. Parece un líder político. En su cara se ve la emoción que le provoca la evocación de las reminiscencias del pasado.
Después de haber refrescado los recuerdos de la memoria, ayudado de las hojas en blanco que lleva en su folder, recibe un reconocimiento del Encuentro de Reconciliación Nacional, se va y le pregunto:
-¿Y ahora cómo se siente?
- “Siempre me he sentido bien”, me dice mientras se aleja.