Crece comunidad gay en las universidades

Posted by Piezas de Poder on 12:34

  • Cada día son más numerosos. Hoy, es más común ver a estudiantes y profesores homosexuales dentro de las universidades de nuestro país. Ellos han perdido el miedo a ser rechazados. Han dejado atrás su “falsa hombría” para abrirse paso en esta sociedad que se cobija con la sábana de la doble moral.
  • Aunque todavía no se han realizado estudios que revelen la cantidad aproximada de personas que conforman la comunidad gay dentro de los centros de educación superior, basta con hacer una visita en las instalaciones de éstos, para comprobar que lo escrito líneas arriba es verdadero.

Byron Saavedra

Allí están ellos, ante la vista de todos los individuos que trafican por la pasarela principal de la Universidad Centroamericana, compartiendo a carcajadas las anécdotas de la noche anterior, compartiendo el “placer” de pertenecer a un grupo de seres humanos señalados, juzgados y discriminados por una gran parte de la población nicaragüense solamente por tener opciones sexuales distintas a las impuestas por el sistema religioso imperante. “Somos las tuanis”, dice un joven con voz afeminada, a quien sus amigos llaman: La Gata.

Estudia el tercer año de la carrera de Marketing, es menudo y tiene un par de ojos claros que infunden tranquilidad. Hoy es sábado 26 de junio y me he acercado a su círculo de reunión para solicitarle de improviso que me brinde una entrevista sobre su vida en la universidad.

-“A mí”, me contesta luego de que yo lo llamara haciéndole señas con una de mis manos. De inmediato con una mirada pícara me escruta de arriba abajo, acorta la distancia y se pone frente a mí con un rostro difícil de descifrar. Se muestra sorprendido. Ese apodo sólo puede ser pronunciado por sus compañeros más íntimos.

Minutos antes una muchacha que conoce hasta los secretos no revelables de este muchacho de 20 años, me lo había recomendado. “Es súper buena onda, no vas a tener ningún problema para hablar con él. Allá está en esa pelota, preguntá por “La Gata”, me dijo.

Él viste un pantalón blanco ceñido a sus piernas flacas y largas, y lleva puesta una camisa de color rojo sangre que tiene como slogan “Ser homofóbico es balurde”. Es espontáneo y habla con una soltura propia de un orador de profesión. “Si niño no hay problema, para eso estamos”, expresa después de haberle explicado los motivos de mi acercamiento.

Soy especial

De entrada suelta algunas palabras que no esperaba escuchar, más aun, siendo yo un total desconocido para él. “Bueno me considero un homosexual especial. Mis padres y mis 6 hermanos me quieren como soy, en el barrio nadie se burla de mí, aquí (en la UCA) me dejan estudiar sin ninguna clase de prejuicios. Yo creo que soy la excepción”.

Sus amigos a lo lejos parecen estar intrigados, miran que estamos sentados en una las tantas bancas en donde ellos llegan a tertuliar, me imagino que tienen ganas de inmiscuirse en la conversación. “No les hagas caso, están celosos. Deben creer que sos mi futura víctima”, dice y de inmediato suelta una risotada estremecedora. Yo permanezco serio, y él, enseguida se inmuta, calla, se sonroja y expresa suavemente: “disculpame”.

Mi seriedad ató la libertad de sus palabras durante el resto de la plática. Desde ese momento sus ojos me transmitieron desesperación e incomodidad. Literalmente, tuve que sacar las respuestas de su boca con una cuchara, que entraba vacía y salía encopetada de información que yo rápidamente garabateaba en mi libreta.

“Nunca me han rechazado, aquí (en la UCA) los profesores son respetuosos. He tenido unos cuantos que también son homosexuales y al final del curso terminamos siendo broderes. Me gusta que los demás respeten mi preferencia sexual porque al fin y al cabo soy un ser humano”.

Ampié: En las universidades se deben romper las cadenas

Según el licenciado Manuel Ampié Espinoza, profesor de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de Managua, es aplaudible el hecho de que las universidades permitan tener en sus aulas a estudiantes homosexuales. “Esto no se puede ver como una cosa de otro mundo, ni mucho menos como un acontecimiento actual, la historia nos cuenta que los griegos y los romanos practicaban ampliamente la homosexualidad”, afirma.

Ampié Espinoza pertenece a la Iniciativa desde la Diversidad Sexual por los Derechos Humanos (IDSDH), que es un movimiento social que realiza campañas de sensibilización en universidades y colegios de secundaria para promover el respeto y la defensa de los derechos de gays, lesbianas, travestis, etc. “Todo esto se hace para evitar que ocurran situaciones lamentables, tal como el tormento que le tocó vivir a un joven homosexual que fue discriminado por su orientación sexual en la Universidad de Managua (UdM). Un gran alboroto se armó hace como dos meses precisamente por eso. Yo me pregunto: ¿por qué no respetan las decisiones del prójimo? ¿Qué esconden tras su homofobia?”.

“A mi parecer, todas las universidades deberían ser tolerantes, aunque la mayoría lo son. Deberían ser ellas quienes encabecen las luchas para romper las cadenas que encierran los famosos temas tabúes”, continúa.

La Gata: todo empezó con un examen

Muchas disciplinas han tratado de encontrar una o varias causas que expliquen el origen de la homosexualidad. Su caso es uno de los más curiosos que he escuchado. Según me cuenta todo empezó con un examen. “Mis padres a los 8 años me llevaron donde el cardiólogo porque dicen que yo me cansaba mucho cuando caminaba. Sin embargo, en esa visita se toparon con una sorpresa que los dejó atónitos. Nunca esperaron escuchar de la boca del especialista que una gran parte de las hormonas de mi cuerpo eran femeninas. Él les dijo que yo iba a ser diferente”.

Sus padres llegaron a casa con un augurio aciago en la mente, que con el pasar de los años se hizo realidad.

“Como a los trece años empecé a relacionarme más con hombres que con mujeres. Sentía que algo bullía dentro de mí, era una sensación extraña que mis padres de inmediato relacionaron con los resultados del examen cardiológico”. Todos los miembros de su familia reconocieron y aceptaron su condición. “Al inicio me sentía raro, pero con el tiempo fui madurando y aceptándome tal como soy ahora”.

Mi primer amor

“Cruzamos las miradas y supimos que éramos el uno para el otro. Él era guapísimo”, dice mientras exhala aire y se encoje de hombros. Y continúa, “nos conocimos en un festival de la secundaria, y desde ese entonces, empezábamos a vernos en el recreo, a visitar nuestras casas, a besarnos y a… ya sabes qué”.

Dice que se llamaba César y que fue su primer amor. “Se lo presenté a mi familia. Todos llegaron a tenerle aprecio porque él era tranquilo y tenía buen humor”. La Gata recuerda con mucha claridad esas escenas, al parecer quedaron grabadas para siempre en su mente y sin permiso de borrarse.

Después de más de quince minutos de conversación, me pide abruptamente que paremos de hablar argumentando que tiene obligaciones que cumplir. Acepto su petición y agradezco su amabilidad, en pago esboza para mí una sonrisa tan falsa como su voz afeminada.

Su obligación, según lo que vieron mis ojos una hora más tarde, era seguir chismoseando con sus amigos, era flechar a como me había dicho durante la plática, a su próxima “víctima”.